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| Algunas de las películas más representativas del cine nacional. |
María Ramírez Vitella
El séptimo arte es quizás una de las manifestaciones más representativas de todos los tiempos. Desde que Hollywood lanzara sus primeras películas que cautivarían a millones de espectadores alrededor del mundo, lo cierto es que cada país ha ido creando su propio cine, su propia manera de reflejar diversas situaciones plasmadas en la pantalla grande.
En el caso del cine peruano, los productores y directores no se hicieron esperar. Si bien es cierto que durante las décadas del 30 y 40 si produjeron varias películas peruanas en blanco y negro, como Palomillas del Rímac y El gallo de mi galpón, fue en 1950 que se produjo la primera película en tecnicolor denominada Kukulí, y hablada nada menos que en quechua. La dirección fue colectiva: César Villanueva, Julio Nishiyama, Manuel Chambi y Luis Figueroa Yábar, quien luego realizara Los perros hambrientos (de Ciro Alegría) y Yawar Fiesta (de Arguedas).
Para los años 60, se da una ley que liberaba de impuestos a toda exhibición de largometrajes producidos en el Perú por empresas peruanas, mas no daba alternativas de financiación, ni otorgaba otras facilidades para que empresarios jóvenes se iniciaran en la actividad cinematográfica.
Durante el gobierno militar del general (EP) Juan Velasco Alvarado, en 1972, se promulga la Ley de Fomento a la Industria Cinematográfica, que promovía la exhibición obligatoria (determinada por la Comisión de Promoción Cinematográfica) y la retribución porcentual. Esto significó el despegue de la producción nacional, especialmente de cortometrajes.
En estos años, el cine peruano va logrando elevar su calidad técnica y artística, destacando especialmente el cineasta Armando Robles Godoy, quien introdujo aportes del nuevo cine europeo en sus películas, de las que destacan En la selva no hay estrellas (1967), La muralla verde (1970), Espejismo (1972) y Sonata soledad (2008).
Pero nuestro público es exigente y notó inmediatamente que los cortos realizados eran de baja calidad y predominaba la inexperiencia y la improvisación. Ya en los años ’80, con la crisis económica y los desastres
provocados por el terrorismo, se empezó a distinguir una característica más populista y de retrato de la realidad social en la mayoría de las producciones.
Un joven cineasta como Francisco José Lombardi adaptó en los años '80 La ciudad y los perros, novela escrita por Mario Vargas Llosa en 1962; Armando Robles Godoy, quien hace algunos meses partió hacia mejor vida, no se quedó atrás con Ganarás el pan (1965).
En 1980, películas como Muerte de un magnate (opera prima de Lombardi), basada en la trágica muerte que encontrara el otrora empresario pesquero Luis Banchero Rossi, iban catalogándo a un público que se sumergía en realidades de aquel tiempo. Es también el caso del grupo Chaski, quienes se dedicaron a la difusión cinematográfica nacional e internacional en barrios alejados o marginales de Lima y el inetrior del país.
Algunas películas del grupo Chaski que impactaron socialmente en los atormentados e innovadores años ’80 fueron: Gregorio (1884) y Juliana (1989), dos joyas del cine peruano ganadoras de numerosos premios en festivales alrededor del mundo y que han sido vendidas a más de 20 países.
Luego, en años posteriores, Lombardi siguió con produccciones que contaban con la participación de reconocidos actores y actrices del medio. Caídos del cielo, Pantaleón y las visitadoras (basada en la novela del mismo nombre, de Mario Vargas Llosa), La boca del lobo y Tinta roja (novela escrita por el chileno Alberto Fuguet y llevada al cine por Lombardi), que narra las peripecias de un novato periodista que llega a trabajar a un diario sensacionalista, son muestra de un talento propio, donde el guión y la interpretación de los personajes era lo preponderante a la hora de proyectarlas hacia los espectadores.
Directores existen cada vez más pero en la actualidad se ha venido cuestionando de manera árdua la temática de las películas, pues en muchas ocasiones se tiende a repetir temáticas sociales como se ha visto en
producciones anteriores o simplemente se hace alusión a libretos superficiales con escenas cargadas de sexo y sosas actuaciones a excepción de Paloma de papel y Días de Santiago.
En el presente, el cine en el Perú se perfila de manera un poco más optimista a comparación de fines de los ochentas y comienzos de los noventas. La difícil economía de la década de los ochentas afectó gravemente el desarrollo de la cinematografía nacional. Los productores tuvieron más dificultades que nunca para la recuperación de la inversión, debido a la incontrolable inflación que disminuía sus ingresos y aumentaba los intereses de los préstamos bancarios.
Pero después de todo, se puede hablar de un nuevo período de desarrollo de cine peruano que ha hecho un avance muy grande por las películas La Teta asustada dirigida por Claudia Llosa, nominada a los premios Oscar en la categoría mejor película extranjera, la película Octubre, ganadora del premio Cannes, Vigilia (dirigida por Augusto Tamayo) y ni qué decir de Paraíso.
Nuestras producciones son cada vez más sustanciales y enfocan el tema a desarrollar hacia otros niveles que van más allá de la tendencia social a la que se había acostumbrado al espectador peruano en épocas pasadas.

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